lunes, 26 de enero de 2009

"El catalejo lacado" de Philip Pullman

La última parte de la trilogía La Materia Oscura de Philip Pullman. En este libro llegará a su fin la historia que vimos en los dos primeros libros (Luces del Norte y La Daga).
Un libro muy bueno, que nos presenta aventura, amor, amistad y misterio.

SINOPSIS:

Éste es un fragmento de un artículo mío que hice para en el boletín online Leyani, específicamente en el número 2 y si desean pueden leerlo completo ahí, además de otros artículos muy buenos (la descarga es gratuita).

Bueno, vamos a la sinopsis. Will decide rescatar a Lyra en lugar de llevar la Daga a lord Asriel. Encontrará algunos aliados para su propósito.
Por su parte, para ayudarse en su investigación y ayudar a los Mulefas (seres muy extraños si leen el libro), Mary construye un ingenioso aparato, el catalejo, que le permite ver el misterioso Polvo y avanzar en sus experimentos sobre el mismo.
En este libro hay muchos más viajes intermundo, se van aclarando varios misterios que quedaron inconclusos en los libros anteriores (se logra descubrir la naturaleza del Polvo), y se llevará a cabo una batalla decisiva; sin embargo, en medio de esto Will y Lyra tendrán su propia batalla interna: sentimientos descubiertos enfrentados contra el deber de destruir la Daga por el bien del universo; lo que implicaría que se cierren todas las entradas a otros mundos y, por lo tanto, Will y Lyra, permanecerían separados por siempre.

FRAGMENTO:

El siguiente es el último fragmento perteneciente al capítulo 38:"El Jardín Botánico"

Click para ver fragmento [+/-]


    Era un consuelo pensar que Will y ella tenían otra cosa en común. Lyra se preguntó si algún día dejaría de pensar en él a todas horas, hablar con él en sueños, revivir en su imaginación todos los momentos que habían pasado juntos, anhelar su voz, sus manos, su amor. Jamás había soñado en lo que significaba amar a alguien con tal intensidad. De todo lo que le había asombrado en el curso de sus aventuras, ésa era la que más le impresionaba. Lyra pensó que la ternura que quedaba en su corazón era como una herida que nunca se restañaría pero que atesoraría siempre.
    Pan se bajó del banco y se acurrucó en su regazo. Estaban a salvo en la oscuridad, ella, su daimonion y los secretos de ambos, pensó Lyra. En algún lugar de la ciudad que dormía estaban los libros que le enseñarían de nuevo a leer el aletiómetro, la bondadosa e instruida mujer que le daría clases, las alumnas del colegio, que sabían infinitamente más que ella...
    «Aún lo ignoran - pensó Lyra - , pero serán mis amigas.»
    - Eso que dijo Will... - murmuró Pantalaimon. -¿Qué?
    - En la playa, poco antes de que intentaras leer el aletiómetro. Dijo que no existía otro lugar. Eso fue lo que te dijo su padre. Pero había otra cosa...
    - Lo recuerdo. Se refería a que el Reino del Cielo había llegado a su fin. Que no debíamos vivir como si fuera más importante que la misma vida, porque lo más importante es siempre el lugar donde nos encontramos.
    - Dijo que teníamos que construir algo...
    - Por eso necesitamos vivir toda la vida que nos corresponde, Pan. Nuestro deseo era irnos con Will y con Kirjava, ¿no es así?
    - Sí. ¡ Por supuesto! Y ellos se habrían venido con nosotros. Pero...
    - Pero entonces no habríamos podido construir. Nadie es capaz
    de hacerlo si antepone sus deseos. En nuestros diversos mundos, todos tenemos que esforzarnos en conseguir esas cosas tan difíciles como ser alegres, bondadosos, curiosos, valientes y pacientes, y tenemos que estudiar, pensar y trabajar duro, y entonces lograremos construir...
    Lyra apoyó las manos en el lustroso pelo de su daimonion. En ese momento oyó cantar a un ruiseñor en un rincón del jardín y notó que la brisa agitaba su pelo y las hojas de los árboles. Todas las campanas de la ciudad tañían simultáneamente: una más abajo, otra junto a ellos, otra más alejada, una agrietada y arisca, otra grave y sonora, pero todas, con sus distintas voces, se habían puesto de acuerdo en la hora que era, aunque algunas la señalaran con más parsimonia. En aquel otro Oxford donde Will y ella se habían besado en el momento de despedirse también tañían las campanas, cantaba un ruiseñor y la brisa agitaba las hojas del Jardín Botánico.
    -¿Y luego qué? -preguntó su daimonion con voz somnolienta-. ¿Qué es lo que debemos construir?
    -La república del cielo -respondió Lyra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario