Alguna vez me entregaron los regalos personalmente, recordaba su voz grave preguntándome si había sido buena y yo, sin poder articular palabra asentía con la cabeza.
Desde mi altura sentía la sensación de tener a mi lado a las personas más poderosas del mundo, cuando me sentaba sobre su pierna para hacernos una fotografía era mucho peor porque además de muda mi cuerpo se paralizaba hasta tal punto de no poder gesticular, con el tiempo entendí por qué esas fotos causaban tanta risa, mis ojos como platos lo decían todo.
Esa sensación de mariposas en el estómago se repetía cada noche del 5 de enero. Quería verlos pero no quería verlos, sus figuras majestuosas imponían tanto que prefería imaginar.
Esa cita se fue espaciando conforme fui creciendo, era tanto trabajo que tenían que hacer en una sola noche que no podían perder tiempo para fotografías, de todas formas nunca se olvidaron de la dirección y cada año pasaban por casa.
Mi madre decía que era de mala educación hacer visitas a las hora de la comida o la cena, pero curiosamente los Reyes Magos siempre llegaban a casa cuando yo estaba cenando, como no tenían otro momento su inoportuna llegada era disculpada o al menos nadie hacía referencia a ese detalle. Además, su visita era muy rápida, tan rápida que no daba tiempo a reaccionar.
Llamaban fuertemente a la puerta nunca usaban el timbre, se oía murmullo de voces, pasos y más pasos de un sitio a otro, menos mal que en esos momentos coincidía que mi abuela siempre estaba a mi lado, llevaba su dedo a los labios en señal de silencio y las dos nos quedábamos muy quietas intentando oír algo más que ruidos y pasos.
Inmediatamente mi madre llegaba llamándome y yo salía corriendo, cuando llegaba mi padre siempre estaba junto a la puerta mirando hacia la oscuridad de la calle agitando su mano despidiéndolos "Casi los ves pero tenían mucha prisa porque han recibido muchas cartas"
Parece que fue ayer y sin embargo llegó el día que fui yo la que abría la puerta y recibía a los Reyes Magos, los camellos se tomaban la leche y la hierba que entre risas y nervios ellos había preparado por la tarde, curiosamente llegaban corriendo en el mismo momento que el padre los despedía agitando la mano deseándoles un buen viaje.
He visto en sus ojos la misma expresión que los míos en aquellas fotografías, he vivido el momento con la misma ilusión que ellos deleitándome en cada detalle, como hacía mi madre.
Y algún día, espero ser yo la que lleve el dedo a los labios y cómplice de ese momento mágico.
"Que lo pasen lindo y disfruten el momento"
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