Tal día como hoy día de San Valentín es un día predispuesto al recuerdo, el primer amor, los nervios de aquella cita tan especial, el primer regalo y como no el primer beso.
Siempre digo que el mejor beso de amor no es el primero sino el último, pero me contradigo yo misma porque también pienso que la ingenuidad y la inexperiencia hacen del primer beso una experiencia única.
No comparto la opinión cuando se dice que el amor hoy se vive de forma diferente, es cierto que los jóvenes experimentan el amor con más libertad que hace años pero los sentimientos siempre son sentimientos sea cual sea la época que nos ha tocado vivir.
Ha cambiado la forma de relacionarse, la palabra novios no se estila, de amigos se pasa a rollete, a amigos especiales o amigos con derecho a roce.
Se ha perdido la palabra "pretendiente" porque para ser novios primero se pretendía a la chica. Si, era el chico en la mayoría de casos el que siempre daba el primer paso.
Se decía que un chico era el pretendiente cuando tenía aspiraciones a ser novio, demostraba con detalles que no tenía ojos más que para su enamorada y si ella le correspondía se iniciaba una relación con fines más serios como llegar a pedir permiso al padre para salir con su hija.
Tuve mi primer pretendiente a los trece años pero nunca llegué a conocerlo, durante un tiempo fue mi pretendiente fantasma, lo de fantasma lo decía yo, mi abuela más sutil ella le llamaba pretendiente secreto.
Vivíamos en una planta baja, y cada mañana en mi ventana aparecían caramelos, siempre la misma clase de caramelos redonditos y bañados en azúcar, envueltos en papel celofán transparente. Otra veces junto a los caramelos había unas florecillas silvestres de color lila, no olían a nada pero eran bonitas.
Los domingos solíamos ir al cine mis amigas y yo siempre acompañadas por una madre o hermana mayor, y entre película y película desde atrás tiraban algún caramelo, tendría su gracia si esos caramelos no hubieran dado en el blanco pero siempre caían sobre mi cabeza porque además de fantasma el pretendiente era un tirador nato.
No había forma de localizar de donde venían los caramelos, tampoco había hora fija que indicara que pasaba por mi ventana, examinaba detenidamente a cualquier niño que se cruzara conmigo intentando ver algún detalle que le delatara pero no dio resultado. La única pista que tenía eran las florecillas, se podían encontrar en un campo cercano pero no era plan montar guardia para descubrirlo.
Después de un tiempo en mi ventana no habían caramelos pero siguieron apareciendo las florecillas lilas hasta que un buen día dejaron de aparecer.
El pretendiente fantasma dejo de ser pretendiente para ser sólo fantasma y es que el amor también resulta a veces efímero pero fue bonito en aquellos días. Lo curioso, que con el paso de los años lo recuerdo más bonito todavía.